Mi amigo Paco tiene, desde hace años, una de esas gestorías donde lo mismo te tramitan la renovación del carnet de conducir, que te llevan un juicio por despido, o una demanda para reclamar salarios, o te hacen la declaración de la Renta.
Es un negocio todo terreno, y algo más que la típica asesoría fiscal, contable y laboral, porque prácticamente te resuelven cualquier problema. Si ellos no son especialistas, no importa: se ocupan de buscártelo. Yo sé de gente que les ha planteado las cosas más pintorescas y a todo han sabido darle solución o remitirlo al profesional o empresa competente.
Durante un par de años, yo iba dos veces por semana a prestar asesoramiento jurídico a los clientes de la gestoría. Paco quería que la clientela contara con un abogado cercano al que poder explicarle en persona sus problemas y recibir respuestas y soluciones. Aprendí allí muchas cosas y toqué materias muy diversas, porque la gente te hacía consultas de todo tipo.
Como anécdota, recuerdo que una tarde de diciembre que llovía mucho, la despistada de la secretaria que tenían entonces, salió del local y olvidó que yo estaba reunida con un cliente dentro de uno de los despachos.
Puesto que ya eran más de las ocho y media y ella se marchaba a dicha hora, al creerse sola, cerró el local con llave.
Yo iba por allí de visita un par de veces por semana, como ya he explicado, de modo que no tenía llaves para entrar ni salir.
Cuando terminé la reunión con el cliente a las nueve de la noche, nos encontramos con la desagradable sorpresa de que estábamos encerrados en el local sin forma de poder salir.
Lo primero que hice fue llamar a mi amigo Paco, pero tenía el teléfono desconectado, ya que él vivía en una urbanización a las afueras y allí había mala cobertura.
La secretaria no tenía móvil de empresa y yo desconocía su número personal, así que tampoco pude ponerme en contacto con ella.
El cliente me propuso que conectásemos el ordenador y buscásemos unos cerrajeros por internet.
Así lo hicimos y el primero que apareció en la lista fue cerrajeros Madrid 24 horas.
Resultó un gran alivio cuando marqué el teléfono que aparecía en su web como número de emergencias, y un señor muy amable me atendió. Un poco nerviosa, le expliqué la situación y lo primero que me dijo fue que no me preocupara y que en media hora como mucho estarían allí. Además, los cerrajeros conocían a mi amigo Paco y me dijeron que la semana pasada les había pasado lo mismo a unos pintores que estaban pintando el local. Al parecer, la secretaria despistada también se había olvidado de ellos.
Eso me hizo sentir un poco mejor. Mal de muchos consuelos de tontos, ya se sabe, y al menos ya sabíamos que nosotros no habíamos sido las únicas víctimas de sus despistes.
El cliente se lo tomó con mucha más calma que yo y me explicó que él no tenía prisa y que a unas malas, se echaba en el suelo en cualquier rincón y se ponía a dormir hasta que abrieran al día siguiente.
Yo, en cambio, esa misma noche, una hora después, tenía que estar en el cumpleaños de mi madre y si no llegaba a tiempo, se iba a poner echa una furia. Ya sabéis como son las madres…
Afortunadamente los cerrajeros fueron rapidísimos, y veinte minutos después de llamarlos ya nos habían liberado.
Comí tarta de cumpleaños y tuvimos la fiesta en paz.
Al día siguiente, eso sí, despidieron a la secretaria: no podía ser que cada semana encerrara allí dentro a una nueva víctima…
¿Dónde tendría la cabeza esa mujer?